De asombros y destinos

Aquí estoy. En el espacio. En el mismo espacio donde estás tú. Donde me lees y te lees. Donde me ves y te ves. Donde me escuchas y te escucho. Donde cada texto, cada historia, cada momento que vives aquí dentro es un texto, una historia, un momento vivido por tí o a punto de ser vivido por tí. Son los absurdos cotidianos. El asecho. La sorpresa. El destino no previsto. El encuentro que un día tenía que ocurrir. El amor que está y no está en las manos de nosotros. La persona que cuando la miras a los ojos sabes que está dispuesta a bucear en los tuyos, sea una flor o un puñal. Los días amargos. Los grises. Los arcoiris que te devuelven la infancia en un instante de asombro. La vida que hay que vivir. La felicidad que hay que atrapar. El miedo que hay que saltar. Son los absurdos cotidianos. Las patologías de la rutina. El Prozac y el Rivotril para reequilibrar los elementos químicos que te ponen triste. La risa, la ironía, la metáfora, la paradoja. Bueno, aquí está y aquí estoy...

viernes, 22 de diciembre de 2006

¿Quiénes nos robaron la Navidad?


¿En qué momento la Navidad se convirtió en un mercado masivo, asfixiante, congestionado y angustioso?
¿En qué momento la Navidad se volvió una voraz competencia por quedar bien, aparentar, cumplir un toma y daca, competir por quién da o quién recibe más?
¿En qué momento la Navidad dejó de recordarse como la fecha en la que nació uno de los hombres más extraordinarios de la historia universal, el hombre que cambió una civilización y transformó a miles de millones de personas con una nueva manera de ver la vida, una distinta forma de asumir el compromiso por los demás, una infatigable actitud de entrega y sacrificio, una decidida lucha por la justicia y la equidad?
¿Algún día rendirán cuentas a la especie humana los que prostituyeron la Navidad, los que intentan borrar de la memoria colectiva el ejemplo inagotable, las huellas solidarias y fraternas del heroico hijo de un carpintero?

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